«Es más útil permitir nacer el escándalo que renunciar a la verdad» — San Gregorio Magno.
Si bien no necesariamente esperé que varios clérigos de la CMRI respondieran a mis artículos, me alegro que esas respuestas hayan subrayado los puntos originales de mis artículos, los cuales primigeniamente fueron considerados por algunos como «teorías de conspiración», pero que nunca más pueden ser tenidos como tales al haber sido confirmadas las premisas por la propia CMRI.
El primer artículo al que me estoy refiriendo puede encontrarse aquí, y el segundo puede hallarse aquí.
Aunque me dirigiré por separado a los clérigos que han contestado a las acusaciones que formulé en los primeros meses del presente año, me gustaría recapitular tales aseveraciones y las respuestas de la CMRI.
Las acusaciones en mi artículo original resúmense a continuación:
- Algunos sacerdotes de la CMRI sí les dicen a sus fieles que pueden, en buena conciencia, asistir a las Misas una cum. Como indiqué en mis artículos anteriores, la asistencia a las Misas una cum está plagada de problemas prácticos y el hecho de que una congregación de sacerdotes católicos tradicionales en cierto modo la apruebe, es lamentable y escandaloso. En efecto, decir a los fieles que los sacerdotes están «indecisos» al respecto, o dejarlo al «discernimiento prudencial» de cada cual, ha demostrado ser, en el orden práctico, un visto bueno para asistir a dichas Misas.
- La CMRI adjudica casos matrimoniales, cosa de la que no tiene derecho en la ley de la Iglesia. La CMRI ha inventado el término de «juicios morales», para categorizar sus juicios en casos matrimoniales. La CMRI ha tratado de decir que tales «juicios morales» ocurrieron en el pasado y no realmente en el presente, mas hemos constatado que en varias parroquias de la CMRI, a las personas con anulaciones del Novus Ordo «se les ha dado el permiso» por el clero de la CMRI a través de estos «juicios morales» para contraer matrimonios católicos (por consiguiente, dichos «juicios morales» son efectivamente anulaciones) y que, en algunos casos, a la capilla acuden hijos de matrimonios previos, confundiendo y escandalizando así a los fieles. Que esto sea objeto de negación es irrelevante, ya que esos ejemplos existen y continúan existiendo.
El Señor Obispo Don Marcos Pivarunas responde
La respuesta de Su Ilustrísima está ahora prominentemente enlazada en el sitio web de la CMRI. Si bien me complace que considere que vale la pena contestar a las acusaciones, me ha decepcionado en su respuesta en varios frentes.
Contrariamente a la creencia de Su Ilustrísima de que soy un laico «relativamente nuevo en el movimiento católico tradicional», cuando el Obispo Pivarunas me presentó a su padre en 2013 en el salón social de la iglesia de la CMRI en Omaha, ya había asistido a la Misa tradicional en latín por más de quince años. Comencé a la edad de 17 años, traje a toda mi familia de nuestro ambiente conservador Novus Ordo y principié un viaje de formular preguntas que finalmente conducirían al sedevacantismo non una cum. No nací en la Fe Católica tradicional, pero la he estado observando durante más de la mitad de mi vida. Catorce de esos años fueron en colaboración activa con Don Antonio Cekada, produciendo libros, artículos y vídeos. Mas la imprecisión aquí es menor; si hubiera sido exacta, podría haber sido de cierta utilidad como recurso retórico para cuestionar mi legitimidad.
En un intento de justificar la posición del CMRI sobre la asistencia a Misas una cum, Su Ilustrísima menciona una serie de desacuerdos en la historia de la Iglesia, ignorando que yo había anticipado esto en mi primerísimo artículo, llegando incluso a articular lo que considero un legítimo desacuerdo reciente y relevante en la observancia de la Semana Santa de Pío XII. Mis artículos nunca fueron sobre un discrepancia legítima - de la cual cualquier persona con el más mínimo conocimiento de historia eclesiástica podría sacar numerosos ejemplos -, sino de una línea de base mínima que los católicos serios pueden y deben esperar de su clero. Mi primer artículo detalló esa línea fundamental de partida:
- no decirles a la gente que pueden ir a Misas una cum.
- no adjudicar casos matrimoniales.
Su Ilustrísima también enlazó un artículo de agosto de 2002 en el que «condena» la asistencia a Misas una cum, y luego cita numerosos ejemplos de por qué está bien «si siente la necesidad».
¿Cuál ha sido el efecto en los seglares de la CMRI que han escuchado esta posición confusa y contradictoria durante los últimos veinte años? Una reacción a las actitudes de esos legos se puede ver en una de las condiciones que el Padre Cekada añadió al anual Encuentro de Jóvenes Adultos, recientemente reiniciado (con gran éxito) después de su apogeo en la década de 1980:
Al registrarse para esta actividad, Vd. afirma que:
- No participará en Misas que se ofrezcan «a una con» Francisco o donde su nombre esté insertado en el Canon de la Misa.
El Padre Cekada sabía que sedevacantistas de otras capillas vendrían al encuentro (porque la condición número 1 es que se debe ser sedevacantista) y, por lo tanto, quería establecer una base para matrimonios exitosos que incluyese principios sanos y coherentes sobre la cuestión del una cum.
Tal condición no hubiera sido necesaria si el encuentro sólo se hubiera limitado a las capillas de Santa Gertrudis la Magna (SGG), el Seminario de la Santísima Trinidad (MHT), el Instituto Católico Romano (RCI) o del Instituto Madre del Buen Consejo (IMBC), ninguna de los cuales tiene sacerdotes que muestren ambigüedad alguna en lo que respecta a la asistencia a Misas una cum. Dicho principio tuvo que ser enunciado debido a la posición, ambigua en el mejor de los casos, de la CMRI, que ha llevado a una praxis de asistencia a Misas una cum y una actitud de encogimiento de hombros entre sus fieles.
Con respecto a este tema, Su Ilustrísima simplemente cita de manera extensa su propia carta de 2002, agregando sólo la siguiente oración a modo de actualización, veinte años después:
Para ser claro, no exijo que las personas participen a Misas «una cum» ni prohíbo la asistencia a tales Misas. Déjase a la prudente discreción de los seglares.
¿Es éste el lenguaje de la Iglesia Católica Apostólica Romana? ¿O el de Amoris Laetitia, la cual nos exhorta a «evitar juicios que no tengan en cuenta la complejidad de las diversas situaciones»? De hecho, «¿Quién soy yo para juzgar?» haría un buen florecimiento retórico a la declaración del Obispo Pivarunas.
Tales escandalosas declaraciones subrayan otro gran problema del CMRI: el poder del laicado. Una forma en que los laicos gobiernan es en sus juntas laicas, un concepto inestable, protestante y revolucionario en el que las ovejas le dicen al pastor qué hacer. Estas comisiones seglares (de CMRI y de otras) dictaminan la expulsión de sacerdotes de las parroquias porque se han atrevido a hablar con vigor sobre la modestia, o en algunos casos increíbles, en los que esos valientes sacerdotes cuestionaron las acciones morales y legales de algunos de los que dirigían las sobredichas juntas laicales.
Se puede tolerar un consejo lego durante cierto tiempo debido a la historia de una misión dada, pero luego se debe hacer una transición en un tiempo razonable a una forma católica de dirigir una parroquia, una forma en la que la palabra «junta laica» únicamente existe como anacronismo histórico, algo que existía en los viejos tiempos cuando las Misas se rezaban en los garajes y «sedevacantismo» ni siquiera era una palabra que la mayoría del vulgo conocía.
En cuanto a la segunda parte de la carta, el Obispo Pivarunas cita un tuit de un tercero que dijo que yo «ignoré convenientemente». Como el mensaje no procedía de una cuenta de Su Ilustrísima, esperaba una declaración más completa del propio Obispo, que se ha hecho pública y es la respuesta que estoy comentando. Su Ilustrísima escribió:
«Cuando el Obispo McKenna auxilió a la CMRI en tales decisiones morales, nunca afirmó poseer jurisdicción ordinaria como lo hace un obispo diocesano, lo que sería una anulación en el verdadero sentido de la palabra. Sin embargo, el Obispo McKenna, siguiendo la posición teológica del Obispo Gerard de Laurier (sic), sostuvo que los obispos tradicionales, a pesar de su falta de jurisdicción ordinaria, llevan a cabo la “missio” de la Iglesia Católica. La “missio” es la misión de la Iglesia Católica para la salvación de las almas.
Basado en esa posición, el Obispo McKenna ayudó a la CMRI en esas decisiones de Matrimonio. Este problema de la falta de jurisdicción ordinaria no se limita a los casos de Matrimonio y suscita cuestiones en muchos otros ámbitos como la absolución de las excomuniones reservadas a la Santa Sede, la dispensa de los votos religiosos y los impedimentos para la ordenación sacerdotal, etc.».
Desafortunadamente, Su Ilustrísima confunde aquí la potestad de santificar y la potestad de regir de la Iglesia.
Dicho de manera más simple, la única misión que el clero católico tradicional puede reclamar es aquella que está permitida por epiqueya y se ocupa de la jurisdicción suplida transitoria, la cual se ocupa de la Misa y los Sacramentos.
Las nulidades matrimoniales no pertenecen a la potestad de santificar sino a la potestad de regir la Iglesia. El clero católico tradicional no puede usurpar la potestad de la Iglesia para regir de ninguna modo.
El Matrimonio, por su propia naturaleza, se relaciona con un estado legal. Una vez constituido el Matrimonio por un hecho legal, sólo puede ser disuelto por una acción legal. Este sería el caso incluso si los miembros de la Rota Romana supieran en privado una situación de que un matrimonio en particular no era válido.
Puede ser útil revelar también que un caso en el que hay pruebas documentales (por ejemplo, un certificado matrimonial que demuestre que alguien todavía está casado con otra persona) no se presenta ante un tribunal diocesano, ya que estas pruebas documentales revelan que no se puede contraer ningún matrimonio. Cualquier sacerdote puede simplemente «reconocer» esa evidencia. Este tipo de situación rara vez se presenta ante nuestro clero tradicional.
Lo que se presenta con mucha más frecuencia son los casos complejos, verbigracia, cuando alguien alega que la otra parte «nunca quiso tener hijos». Dichos casos tienen que ser adjudicados, y la CMRI no tiene autoridad para juzgar estos supuestos, y cualquier juicio que haga en esos casos, a los que llama «juicios morales», no tiene en absoluto autoridad legal o moral.
Sigue otra extraña declaración del Obispo Pivarunas:
«El quid de la cuestión es que célebres obispos y sacerdotes tradicionales han sostenido la misma posición que la CMRI en estos asuntos y que no hay razón para que un mero lego y bloguero, el Sr. Heiner, exhorte a los fieles católicos a evitar “la organización católica tradicional sedevacantista más grande del mundo”».
Aparte del hecho de que Su Ilustrísima omite oportunamente el adverbio intencional «aparentemente» que usé en mi cita original, pregunto, ¿cuáles «célebres obispos y sacerdotes tradicionales», Su Ilustrísima? He conocido a muchos en mi vida en varios continentes y ninguno con los que me asocio tiene la «misma posición» que la CMRI en casi nada más que celebrar la Misa tradicional en latín y estar de acuerdo en que Jorge Bergoglio no es el Papa. Cualquiera que alguna vez sostuvo «las mismas» posiciones la abandonado públicamente. Tanto es así que la congregación más similar a la CMRI es la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, que tiene obispos y sacerdotes que también brindan «juicios morales» a través de sus propios tribunales matrimoniales formales y ofrecen Misas a las que asisten los fieles de la CMRI.
Para ilustrar que el contenido de mi artículo es respaldado, incluso anónimamente, por clérigos católicos tradicionales, aquí hay un mensaje que recibí de un sacerdote tradicional después de que se publicara el primer artículo:
«Gracias por escribir este artículo. Será Vd. criticado, mas, como dice Vd., el pueblo tiene derecho a saber la verdad sobre la CMRI. Además, es molesto para aquéllos de nosotros que estamos tratando de hacer un trabajo serio cuando la gente piensa que la CMRI, el RCI, el IMBC, etc. son todos iguales. NO somos lo mismo».
La CMRI mantiene posiciones singulares y lamentables: laxa permisividad respecto a la Misa una cum y autoproclamada autoridad para adjudicar casos matrimoniales. Éste era el punto de mi artículo original y la misiva reciente de Su Ilustrísima confirma esas acusaciones.
Además, Su Ilustrísima concluye su respuesta refiriéndose a mí como un «mero lego». No obstante, antes, en la misma respuesta, delega la decisión moral de asistir a Misas una cum a la «prudente discreción de los seglares». ¿Soy un «mero lego» o soy alguien que tiene la capacidad y el mandato de decidir por sí mismo, en lugar de consultar al clero para obtener una dirección definitiva sobre las principales decisiones morales? El espíritu confuso, contradictorio y acatólico de «tener las cosas en ambos sentidos» se revela una vez más.
***
Digno de ser notado es la caracterización que Su Ilustrísima hace de la tesis material/formal no ni seria («Francisco I es un Papa material, es decir, era lo suficientemente católico para ser elegido válidamente pero no lo suficientemente católico para recibir la autoridad del papado»), pero dado que nosotros en True Restoration no tenemos una posición sobre cómo Nuestro Señor al fin restaurará la Iglesia, puesto que trabajamos con clérigos tanto totalistas como de la tesis, simplemente constatamos que el error de la caracterización del Obispo Pivarunas se hará evidente para cualquiera que vea la nueva entrevista de Kevin Davis al Obispo Sanborn o la propia explicación reciente del Obispo Sanborn al respecto.
Nadie sabe qué hacer con el párrafo final del Obispo Pivarunas, en el que se me acusa de violar el derecho canónico. Cuando un feligrés le preguntó, un sacerdote de CMRI respondió que era «un intento de humor de Su Ilustrísima». El párrafo final es el siguiente:
«Quisiera concluir esta respuesta al Sr. Heiner con el recordatorio de que está violando el derecho canónico. La Iglesia tiene el derecho de prohibir la publicación de libros por parte de los fieles a menos que los haya examinado oficialmente con anterioridad. Las disposiciones de los cánones 1384-1405 inclusive, sobre los libros, se aplicarán también a las publicaciones diarias y periódicas, y a cualquiera otros escritos (Canon 1384). El Sr. Heiner necesita declarar públicamente qué obispo diocesano y qué censor diocesano han aprobado sus escritos o debe admitir que está violando el derecho canónico. Si hubiera tenido en cuenta estos cánones del código, ¡no habría cometido los graves errores contenidos en su blog!».
Cada vez que se tiene que explicar un chiste, pierde su humor y muchos se han confundido con este párrafo final.
El Obispo Pivarunas, si es serio en su párrafo final, está bajo el mismo cargo que yo. ¿Qué obispo diocesano y/o censor aprobó sus escritos? ¿Será clausurado el Reino de María a corto plazo?
En cualquier caso, esto no es serio. Es o una mala broma o una mala argumentación.
Responde el Presbítero Don Gabriel Lavery, CMRI
Recientemente hablé con un seglar que está activo en Twitter y conoce a Don Gabriel Lavery y quien, cuando vio por primera vez las respuestas de Twitter del sacerdote a mi artículo, se preguntó si no sería un alborotador en los foros digitales haciéndose pasar por Don Gabriel. Para aquéllos que no están en Twitter, estos son algunos de los mensajes publicados por esta cuenta de Twitter (énfasis mío):
El Cielo está cerrado para Heiner a no ser que se retracte de esta grave materia antes de morir.
Antes de poner lo que estoy a punto de escribir, quiero dejar en claro que mi intención es únicamente proporcionar un comentario objetivo sobre las contestaciones de Don Gabriel Lavery.
Pregunto: «¿Cualquier lector casual de estos comentarios sospecharía por un momento que fueron pronunciados por un sacerdote de Jesucristo, hablando de un hombre que nunca había conocido y con el que se negó a hablar?». La teología moral básica dicta que uno no debe juzgar las intenciones de otra persona o el estado del alma de otra persona, y mucho menos pronunciar públicamente a alguien en estado de pecado mortal (implicado en las palabras «El cielo está cerrado para Heiner»).
Me preocuparía buscar el consejo espiritual de un sacerdote que se dedica a tal actividad pública, ya que cuestionaría la precisión del consejo que recibiría. Simplemente menciono esto como otra preocupación para agregar a las numerosas preocupaciones que he mencionado con respecto a la CMRI, sin embargo, reconozco que este es sólo el comportamiento de un sacerdote asociado a la CMRI.
Como hice en mis artículos anteriores, no juzgo las intenciones o conciencias de ningún individuo, brindo, empero, información y comentarios que validan las preocupaciones que he presentado e indican que existen preocupaciones válidas con respecto al consejo moral que el clero de la CMRI puede dar.
Esta misma cuenta tuiteó hace poco:
Después de escribir esta respetuosa carta a un oponente y estudiar los argumentos que le envió, San Alfonso abandonó una posición que antes consideraba bien fundada y, a partir de entonces, escribió muchas veces en contra de su opinión anterior. Ojalá prevaleciera esa voluntad de entender a los opositores.
Tomé en serio la vehemencia de las impugnaciones de Don Gabriel y conseguí su número de teléfono a través de un sacerdote mutuo amigo suyo. Le llamé siete veces a lo largo de cuatro días, en diferentes momentos del día, dejándole mensajes de voz en tres ocasiones diferentes y aseverando que el amigo sacerdote en común que me había dado su número podía responder por mi persona, que Don Gabriel había aniquilado en todas las redes sociales. También le facilité un número de Estados Unidos con el que podría comunicarse conmigo, ya que estaba llamando desde mi teléfono francés.
Don Gabriel rehusó responder.
Igualmente, me puse en contacto con el presbítero que había conversado con Don Gabriel en el funeral del Padre Cekada, a la vista de otros clérigos y legos. Esta persona afirmó lo que yo había alegado en mi artículo e incluso se ofreció a hablar directamente con Don Gabriel. En mis mensajes de voz dije a Don Gabriel que estaría feliz de simpatizar con él y al testigo de modo que pudiera ver que quizás él (Don Gabriel) no recordaba bien lo que dijo o no dijo, pero en cualquier caso, le dije la verdad como la conocía y como la sigo conociendo.
Don Gabriel rehusó responder.
Dejaré que otros saquen sus propias conclusiones sobre el comportamiento de Don Gabriel en las redes sociales. No me retracto de lo que se dijo y, de hecho, como dije en las redes sociales una y otra vez, el propio conjunto de respuestas del sacerdote confirmó indirectamente las acusaciones (aparte de lo que le expresó a mi testigo, va diciendo que manifestó a los fieles que estaba «indeciso», lo cual en el orden práctico deja la puerta abierta a los fieles para ir a Misas una cum, y mentó que los casos matrimoniales los lleva la CMRI, pero que no fue tan «sensacionalista» como yo lo hice pasar).
Posiblemente, lo más importante, es que Don Gabriel no dio ningún motivo convincente de por qué, después de escribir públicamente bajo mi propio nombre desde 2006, mentiría intencionalmente en 2022 sobre un sacerdote que nunca he conocido en mi vida. Sé de docenas de miembros del clero que responderían personalmente por mi carácter y se sorprenderían al saber que alguna vez haya sido acusado de tal cosa.
Responde el Presbítero Don Domingo Radecki, CMRI
Don Domingo Radecki pronunció un sermón la semana después de que apareciera el primer artículo, desde el mismo púlpito en el que personalmente lo escuché decir varios años ha que durante la Cuaresma alguien podría «ver menos televisión» o «jugar menos videojuegos». El sacerdote representó la posición de la CMRI como si de equilibrada se tratase, lo que implica que cualquier otra cosa era demasiado «rigurosa», término que el clero y los fieles de CMRI han aplicado en ocasiones a los sacerdotes y fieles que adoptan una postura intransigente sobre la cuestión del una cum.
Comenzó la homilía relatando una anécdota sobre un difunto, el gran Patricio Enrique Omlor (un notable y vehemente oponente de la asistencia a Misas una cum), en la que Omlor le contó sobre un «teólogo seglar» que no respondió correctamente a la simple pregunta que le planteó el mismo Omlor: «¿Qué es un Sacramento?», pasando por alto la ironía señalada por los comentarios anteriores del Obispo Pivarunas, en los que el Obispo convierte a todos en «teólogos seglares» al delegar la decisión de asistir a Misas una cum a nuestra «prudencial discreción».
Don Domingo también tergiversó mi posición. En el minuto 6:18 de la prédica, afirmó que yo dije que era un pecado mortal asistir a Misas una cum y que a las personas que lo hicieran se les debería negar la Comunión, lo que llevó al Obispo Daniel Dolan a responder en un boletín a las llamadas telefónicas provocadas por este bruta (y descuidada) argucia. En ninguno de mis artículos precedentes sobre la CMRI expresé jamás tal cosa, pero la pregunta aún podría plantearse, con toda esta insistencia de que «no es un pecado mortal» ¿es venial, entonces? O, lo que es más relevante, ¿la asistencia a una Misa una cum es objetivamente agradable a Dios o es objetivamente desagradable a Dios?
Adicionalmente, el pobre Padre Fray Martín Stepanich es nuevamente arrastrado fuera de su tumba para apoyar la asistencia a Misas una cum, cuando todo lo que realmente dijo fue que no tenía la autoridad para prohibir a nadie asistir a Misas una cum.
La cita del Padre Martín en la respuesta del Obispo Pivarunas es la siguiente (énfasis del Obispo Pivarunas):
«Si tratamos de usar las palabras del Papa y de los teólogos anteriores al Vaticano II, como ya se han citado previamente, y hacerles decir que la asistencia a Misas una cum Benedicto siempre está absolutamente prohibidas bajo cualquier circunstancia, somos nosotros los que realmente estamos haciendo ese tipo de prohibición, no los Papas y teólogos anteriores al Vaticano II. Tan sólo trate Vd. de encontrar algo en los Papas y teólogos anteriores al Vaticano II que prohíba total y tajantemente cualquier asistencia a Misas una cum Benedicto (sic) para los católicos tradicionales sedevacantistas. Sencillamente no hay nada».
Cabe señalar que el hecho de que algo «no esté prohibido», un punto que el Padre Stepanich resaltó sin cesar en su artículo original, no significa que deba «fomentarse». A la CMRI le gusta enfatizar las valiosas calificaciones teológicas del Padre Martín, pero éstas no me convencen cuando se trata de la praxis para aquéllos de nosotros que aún estamos vivos en este terrible período. Muchos clérigos más eruditos que el Padre Martín estuvieron de acuerdo con los cambios del Conciliábulo. Las calificaciones en suspenso no son una prueba y, ciertamente, no un argumento.
Don Domingo incluso se aparta completamente del asunto al hablar de «excomuniones», un tema que nunca he planteado. Por supuesto, la Iglesia permite, en grave necesidad, por ejemplo, estando en estado de pecado mortal, buscar los sacramentos del clero excomulgado. Pero el sólo cumplir con la obligación dominical es una verdadera extensión del término «grave necesidad».
Más aún, el canon, Don Domingo, no dice nada sobre la participación activa en la Misa. La comunión de los fieles es un rito que se inserta en la Misa, no es algo que figure en las rúbricas o que se requiera para la licitud. Cosa distinta es «recibir un sacramento» en «grave necesidad» de un clérigo excomulgado. En este supuesto, la Iglesia claramente prevé un bautizo o un casamiento, en lugar de una asistencia regular y continua a Misa.
Otra táctica lamentable es argüir «¿por qué ninguno de los clérigos en las décadas de 1960 o 1970 mencionó esto?», parte destacada del «argumento» de Don Domingo. Esto no es un argumento.
Como ya he aludido en artículos anteriores, el clero ha cambiado públicamente de opinión sobre algunos temas. Tener al clero de las décadas de 1960 y 1970 con algún tipo de aura sagrada es cometer el mismo error que la FSSPX en su heurística de «qué haría el Arzobispo». El clero de los años sesenta o setenta no es infalible. Pero esta técnica de la CMRI, como se ve arriba en la mención del nombre del Obispo McKenna por parte del Obispo Pivarunas para justificar los «juicios morales» de la CMRI es ahora una parte esperable (y fatigosa) de su «argumentación».
Finalmente, en su sermón, Don Domingo cita el canon 2261 como justificación para la asistencia a Misas una cum, como si la asistencia a una simple Misa dominical calificara como una «causa justa». Una vez más me refiero al lenguaje de Pío VI con respecto al clero constitucional francés, todos los cuales decían Misas válidas: el Santo Padre no le dijo a la grey que «no era un pecado mortal» ir a una Misa válida en tiempos confusos. De hecho, el Papa Pío VI dijo que las hostias consagradas por los sacerdotes juramentados (aquéllos que prestaron juramento a la iglesia constitucionalista francesa) debían dejarse descomponer, no distribuirse entre los fieles, ya que ningún cristiano debería asociarse con estas hostias traídas contra Dios y Su Iglesia.
Para ampliar más este punto, he aquí una cita de la instrucción Laudabilem majorum, fechada el 26 de septiembre de 1791, dirigida a los obispos franceses por el mismo Santo Padre:
«Ha declarado Su Santidad no ser lícito recibir el Bautismo de los párrocos intrusos, exceptuando el caso de una absoluta necesidad en que no hubiera otro que pudiera bautizar, y que así el Bautismo debe ser conferido por los párrocos legítimos u otros que tengan su licencia o autoridad.
Porque siendo el párroco intruso manifiestamente cismático, y constando con toda evidencia su cisma, resulta, que la acción del católico se dirige a un intruso con motivo del Bautismo, es bajo todo respecto viciosa, mala y prohibida. Sería esto comulgar con los cismáticos en las cosas divinas y en el mismo crimen del cisma, lo que positivamente es malo por su naturaleza, y de consiguiente prohibido así por la ley divina como por la natural […] ¿Y qué otra cosa hace el católico que recibe el Bautismo de manos del intruso, sino cometer el crimen del cisma con él, siendo su cómplice, supuesto que administrando uno el Bautismo, y recibiéndolo otro, consuman un crimen premeditado, que ninguno de los dos podría ejecutarlo por sí solo, y sin el auxilio de otro? Por consiguiente, cuando un católico coopera de este modo al cisma, es claro, que en el mismo hecho aprueba el crimen del cisma, y que reconoce y respeta al intruso como a párroco legítimo».
***
Tengo la intención de que este sea el artículo final que publicaré sobre este tema, ya que creo que los artículos han dad como resultado la publicación de suficiente información, tanto de la CMRI como mía, sobre cuestiones significativas para que las personas estén adecuadamente informadas. Sus decisiones, basadas en la información disponible, son entre ellas y Dios.
Me gustaría recalcar que no hay ganancia material o social por escribir lo que escribí. El grupo propietario de True Restoration anticipó la respuesta que obtendríamos del público en general, e incluso de algunos de nuestros propios miembros, de que impactaría financieramente a True Restoration.
Sin embargo, existimos para difundir la verdad, no para obtener ganancias. El dinero que recibimos de los miembros constituye el medio para divulgar la verdad, y estamos dispuestos a asumir las consecuencias materiales por mantenernos enfocados en la misión que ha animado este sitio web desde 2006: la restauración de todas las cosas en Cristo. Permitir que los laicos sean engañados acerca de la CMRI (y permitir que el clero de la CMRI proporcione caracterizaciones engañosas de nosotros y nuestras posiciones), sin proporcionar información importante, cuando True Restoration tiene el conocimiento, la reputación y el alcance para difundir la verdad, no contribuye a la restauración.
Agradecemos a los cientos de miembros abonados que continúan apoyándonos. Gracias por su apoyo. Pedimos sus oraciones continuas mientras intentamos servir a la Iglesia en estos tiempos desafiantes.